Escrito por profesoras y profesores en formación del VI semestre de la carrera de Pedagogía en Educación Básica mención Lenguaje y Matemática ULagos, en el marco de la práctica reflexiva en contexto rural.
La política de cierre de escuelas constituye una decisión extrema que implica el cese de un establecimiento escolar, generalmente fundamentada en criterios económicos, que impacta significativamente en las escuelas rurales y su entorno.
Ante la noticia del inminente cierre de escuelas rurales por parte del DAEM de Osorno, anunciada hace unas semanas debido a la baja matrícula y a ajustes presupuestarios, la comunidad educativa manifestó preocupación y rechazo. Frente a esta situación, el estudiantado del VI semestre de Pedagogía en Educación Básica mención Lenguaje y Matemática, que realiza sus procesos de práctica en establecimientos rurales, decidió expresar su mirada e inquietud como futuros docentes ante una medida que afecta al sistema educativo en su conjunto. Para ello, reflexionaron en torno a las siguientes ideas.
Las escuelas rurales son espacios fundamentales de cohesión social y cultural. En ellas se fortalecen los lazos comunitarios, se preservan tradiciones y se asegura la permanencia de las familias y jóvenes en el territorio, proyectando así continuidad y futuro. Cuando esa cohesión se ve fragmentada, se afecta el sentido de pertenencia, los espacios de encuentro, la participación de las familias y el aprendizaje comunitario que surge del fuerte vínculo que la escuela mantiene con su entorno.
El cierre de una escuela rural vulnera el derecho de los niños y niñas a estudiar en su propio medio y provoca desarraigo. Esto conllevaría que los presupuestos familiares se vean afectados, pues deben enfrentar gastos adicionales en uniformes, traslados u otros requerimientos para adaptarse a nuevos contextos educativos. Además, podría debilitarse la identidad local y la transmisión de valores y tradiciones, lo que generaría un problema de identificación cultural. Muchas comunidades que giran en torno a una escuela podrían desintegrarse o desplazarse, lo que impactaría tanto en lo emocional como en lo académico. Es importante reconocer que las escuelas son también depositarias de la historia y del patrimonio de sus territorios, enseñando a valorar y a sentirse orgullosos de sus orígenes.
Más allá de su función educativa, las escuelas rurales actúan como espacios de encuentro, participación y solidaridad entre familias y vecinos. Garantizan el derecho a la educación y la continuidad de estudios, pero también son lugares donde se canalizan necesidades comunitarias: desde orientación y acompañamiento hasta la organización de proyectos colectivos, ceremonias y celebraciones. En muchos casos, son las propias familias quienes colaboran activamente, dando a conocer sus oficios, artesanía o saberes tradicionales, lo que fortalece el aprendizaje integral y el vínculo con la comunidad. En este sentido, la escuela rural constituye también un espacio privilegiado para el desarrollo de una educación intercultural, que reconoce y valora la diversidad cultural, lingüística y territorial como parte esencial de la formación de niños, niñas y jóvenes.
El cierre de escuelas rurales también afecta la formación del profesorado. Disminuyen las oportunidades de práctica pedagógica, limitando la posibilidad de conocer y desempeñarse en la realidad rural. Esto empobrece la formación profesional y restringe el aprendizaje de estrategias flexibles de enseñanza que son propias de estos contextos, como la organización multigrado, la cercanía con las familias y la adaptación de la planificación a la diversidad de estudiantes. La escuela rural ofrece un modelo pedagógico que permite comprender la enseñanza en interacción con la naturaleza, combinando distintas edades y modos de aprendizaje, lo que enriquece la experiencia docente y aporta vivencias valiosas para la construcción de una educación integral.
Como estudiantes de pedagogía, manifestamos nuestro desacuerdo con una decisión como esta, pues consideramos que tendrá consecuencias negativas tanto en la calidad educativa de los niños y niñas de zonas rurales como en nuestra propia formación como futuros docentes. Creemos firmemente que las escuelas rurales deben ser reconocidas, valoradas y protegidas como pilares esenciales de la educación pública y de la vida comunitaria en los territorios.
En esta línea, proponemos defender el valor de la escuela rural mediante la participación en instancias de diálogo, el aporte al diseño de una enseñanza contextualizada que incorpore la cultura y el medio local, el uso de recursos digitales para enfrentar el aislamiento y el fomento del trabajo colaborativo entre escuelas y universidad.
Publicado por: Loreto Bustos Novoa












