Gabriela Piriz
Estudiante de Doctorado Centro i-mar, ULagos
Las aves playeras son un grupo fascinante y diverso. Muchas de ellas son viajeras épicas, capaces de recorrer miles de kilómetros, cruzando continentes y mares en travesías que desafían cualquier frontera. Otras prefieren permanecer en sus hábitats locales durante todo el año, demostrando la variabilidad de estrategias dentro de este impresionante grupo. En la Región de Los Lagos, somos testigos privilegiados de este espectáculo natural: diversos tipos de humedales dan la bienvenida tanto a especies del hemisferio norte, cuya resistencia les permite recorrer miles de kilómetros durante el verano, como a migrantes australes que, tras reproducirse en rincones de la Patagonia, encuentran aquí refugio y alimento en invierno.
Estos viajeros alados no migran por capricho, sino por necesidad. Aprovechan los periodos de abundancia en mayores latitudes para reproducirse y, luego, descienden a latitudes más bajas en busca de alimento y descanso. Los intermareales y humedales costeros de la Región de Los Lagos forman parte de una red vital que sostiene este ciclo: durante la marea baja, bancos de invertebrados y biopelículas de bacterias y organismos unicelulares quedan expuestos, proveyendo alimento clave para que las aves repongan energías. En las mareas altas, estas aves encuentran descanso no solo en marismas y dunas, sino también en humedales urbanos, o lo que queda de ellos.
La conservación de estos hábitats va mucho más allá de lo local. Cada sitio, por pequeño o remoto que parezca, es un eslabón en la gran cadena migratoria continental. Las amenazas pueden ser locales—desarrollo urbano, contaminación, disturbio humano—pero su efecto es acumulativo y repercute en la sobrevivencia y reproducción de especies o poblaciones enteras, que dependen de tener una “cadena sin eslabones rotos” desde el Ártico canadiense hasta Tierra del Fuego. No basta con proteger lugares icónicos; es imprescindible resguardar todos los sitios clave a lo largo de las rutas migratorias.
En tiempos de crisis global de la biodiversidad, las aves playeras nos invitan a mirar nuestro territorio con otros ojos. No son solo pasajeras estacionales: son testimonio viviente del entrelazamiento de ecosistemas y naciones. Defender sus hábitats es también asegurar nuestro propio balance con la naturaleza. Que la costa de Los Lagos continúe siendo un hogar generoso para estas viajeras depende, más que nunca, de la acción conjunta entre investigación científica, ciencia ciudadana y el compromiso de las comunidades locales, que día a día suman esfuerzos y saberes para la conservación de este patrimonio natural compartido.
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Publicado por: Loreto Bustos Novoa












