Capítulo 4. Crónicas de Teletrabajo
Campus Pto Montt
Compartir

Crónica 1

Mi vida en teletrabajo

Doris Zúñiga Barría, jefa Cobranza y Matrícula, Campus Puerto Montt

 Desde el primer día en casa, el teletrabajo ha sido intenso. Fue una explosión de correos electrónicos en mi bandeja de entrada, de estudiantes que querían matricularse, querían respuestas y volvían a reenviar sus consultas quedando en correos recientes. Había que responder a cada uno, me llevó horas, días, lograr estar medianamente al día.

Trabajo desde temprano y paso de largo hasta las 6 de la tarde. Luego vuelvo a las 8.30 de la noche y me quedo hasta más o menos las 10 pm (y no es cuento). Así supe que el sistema lo cortaban a las 23 horas.

En resumen, el trabajo ha sido demasiado. Mi hijo me sermonea para que descanse, el único fin de semana que no trabajé fue el del feriado de Semana Santa… por salud mental.

Ahora soy okupa de la cocina, porque mi hijo tiene el comedor, mi esposo el living y como dicen por ahí: “mi casa es chiquitita”.

En la noche me encuentro con la Vero (hablamos de nuestra telenovela), con la Alejandra que me ayuda mucho y la Rosita a toda hora. Con mis colegas de Cobranza y Matrícula del Campus Puerto Montt, hemos tenido reuniones en Meet y contamos nuestra experiencia con el trabajo remoto. La Adriana extraña ir a la oficina, extraña su ruta a la universidad y todas, de alguna manera, extrañamos ir a la oficina, conversar, compartir con nuestros/as colegas.

Pero en esta situación, lo más terrible, es no poder ir a ver a mi familia a Chiloé 🙁 Extraño a mi mamá, mi hermano, mi cuñada, el curanto, el asado y todas las comidas ricas que hacemos cuando estamos todos. Primera vez en mi vida que paso un fin de Semana Santa en Puerto Montt. Es triste.

Como dice la Paty Casanova en su relato: ”Este COVID19 nos ha quitado algo que yo considero muy hermoso en la vida, el poder expresar cariño a través de una sonrisa, un abrazo, un beso o un apretón de manos… y yo quiero recuperarlo”.

En mi caso, ¡Quiero ser yo quien pase a comprar el pan!

 

none

 

 

Crónica 2

Cuarentena desde la cocina…

Nataly Schneider Vivanco, académica de Kinesiología, Campus Puerto Montt.

Ya no recuerdo cuanto tiempo llevamos en casa. En un principio, de alguna manera me sentí con mucho tiempo libre, hasta que empezamos con las capacitaciones en Platea y a probar distintas metodologías con nuestros estudiantes, a fin de asegurar que la entrega de información fuera accesible y del agrado de todos. Finalmente, luego de unas semanas de caos, organicé mejor mi tiempo y logré incorporar a mi rutina, el poder volver a cocinar.

Me encantan las redes sociales, se ha vuelto un hábito en mí, compartir historias en Instagram.  Y me pareció entretenido volver a publicar recetas de cocina, sus respectivos procesos y resultados para mis seguidores. Esto no es algo nuevo para mí, hace un poco más de tres años estaba haciendo lo mismo en mi período de pre y postnatal. Pero esta vez no estaría sola en la cocina, mi hija – a 10 días de cumplir 3 años -, se ha vuelto una adicta a cocinar juntas y hacer videos. Lo crean o no, cuando ponemos los ingredientes sobre mesa de cocina me dice: “mamá trae el celular y sácame una foto”. Es así como sus fotos y videos han causado furor, así que decidí hablar de ella en esta crónica.

Con ella y con menos apuro, cocino durante las tardes, ella no lo sabe, pero he tratado de buscar todo este tiempo una receta para su pastel vegano de cumpleaños. Sí, ella tiene una alergia de tipo alimentaria a dos ingredientes   principales de cualquier dieta, el huevo y la leche. También es alérgica a otros alimentos como la carne roja, pero para que pudiera entender básicamente la limitación de algunos alimentos, le explicamos y la convencimos de que es una “vegana” especial. En este difícil camino de búsqueda de recetas veganas de tipo dulce, algunas han sido un éxito otras no tanto, pero su papá se encarga – felizmente – de comer lo que ella no quiere. Comenzamos con recetas muy fáciles como lo son los cupcakes o el helado vegano, que es uno de sus postres favoritos. Como debo improvisar y cambiar algunos ingredientes para que ella coma, las recetas se vuelven imperfectas y cuando me solicitan que las comparta, no sé qué decir en realidad. De hecho, algunas de las recetas que le han encantado a Amira (mi hija) no me han quedado igual que la primera vez.

Se me acaban las recetas y aun no doy con la perfecta. así que decidí unirme a un curso de repostería vegana, lo curioso de eso es que lo dicta una enfermera. Al parecer todo el mundo en este último tiempo, ha decidido emprender desde lo que ama hacer y con esta pandemia han tenido que saber reinventarse, mis respetos para ellos y ellas. Desde ahí surgieron nuevos desafíos, tales como encontrar los productos que necesitamos para cocinar, que especialistas sugirieron como importantes para tener éxito en las preparaciones. Eso me ha obligado a salir de la casa y romper esta cuarentena preventiva. Voy al supermercado específico donde sé que puedo encontrarlos, para eso me traslado al otro lado de la ciudad y solo salgo con la tarjeta y una bolsa de compras. Muchas veces ni llevo otros documentos, así que me temo que un día terminaré en alguna comisaria y con el auto retenido.

none

none

 

 

Crónica 3

“He probado de todo”

Natalia Araya Raccoursier, periodista Campus Osorno.

He probado de todo. Despertarme muy temprano, dejar la casa lista y los desayunos para comenzar la rutina cuando los niños se levanten: el perro se comió los panes mientras yo estaba concentrada, la leche tenía nata y en realidad prefirieron cereales. Además, me absorbí en el orden y la limpieza y de mi trabajo.

Levantarme en silencio y trabajar hasta escuchar movimientos, dar desayuno y ponerlos a trabajar en sus tareas en una idílica mañana familiar. Descubrí que si no hago ruido mis tres hijos pueden dormir hasta media tarde y eso significa que en la noche, cuando solo quiero cerrar el boliche, en mi casa hay fiesta. Y les da hambre.

Jornada cortada: trabajar dos horas, una hora de tareas domésticas, dos horas de homeschooling, trabajar dos horas, cocinar, tareas domésticas y trabajar hasta terminar: suena bien. También lo intenté y me di cuenta que cada parte de mi ser tiene voluntad propia y que mi mayor desgaste es tratar de matenerlos a todos enrielados: mi cerebro no es capaz de conectar intermitentemente con el trabajo, ni de generar una sucursal que sea capaz de resolver ecuaciones y explicar la población de América mientras escribe informes de rendimiento de publicaciones. Tampoco me responde el cuerpo cuando trato de hacer comida para cuatro en menos de 15 minutos, porque el resto de la hora de aseo lo usé limpiando baños, colgando ropa (buzos y pijamas en rigor).

Mientras cumplo con la interminable y cíclica lista de tareas, mi cerebro, molesto, manda mensajes hostiles: ¿Te acordaste que este mes te toca la revisión técnica del auto? No están consumiendo suficiente vitamina C. No compraste leña ¿Te acuerdas? Si no te la puedes con todo podrías quedarte sin pega ¿Cómo puedo hacer radio desde mi casa? ¿Cómo lo harán los colegas? Hace tiempo que no te sientas a ver una película con los niños… ¿Qué pensarán si te ven todo el día en la casa pero no les dedicas suficiente tiempo a ellos y sus preocupaciones? ¿Vas a hacer fideos de nuevo? ¿Sabes que para algunas personas tú no estás trabajando porque estás en casa? Pero no te enojes. Deberías dar gracias que puedes, es un lujo. ¿Y si te enfermas? ¿Quién te va a cuidar? ¿Tu hija mayor de 11 años? Acuérdate de reembolsar la consulta en línea. Tus amigas esperan una llamada.

Aun no llego a conclusión. Cada lunes tengo una nueva tabla Excell con horarios que logro cumplir más o menos hasta el jueves. Es difícil. No mencioné las emociones porque este sigue siendo un espacio de trabajo, pero la ansiedad, la angustia de ponerse en todos los escenarios posibles, incluido ¿Qué pasa con mis hijos si me muero? En esa perspectiva, las dificultades diarias no son más que tareas, parte de la diversión, obstáculos menores de una vida que perdió sus espacios medios: ahora todo es muy micro, muy doméstico, muy sensible o radicalmente global, planetario, colectivo, universal. La única certeza que tengo es más bien una sensación: Es hora de aflojar el afán de control, dominio, conquista (tan patriarcal, por cierto), hacer un poco de silencio y dejarse instruir por el vaivén de los tiempos y por los imperativos de la naturaleza (incluidos los virus).

 

 

Publicado por: Paulina Ossa Magaña